Puede haber cosas peores, como identificarse con Amaranta en "Cien años de soledad", o empezar a pensar que algún día he de ser, por necesidad, inmoral, si lo que quiero es dejar de ser una Amaranta marchita, cuyo amor reprimido no hace más que convertirla en una amargada, que no conforme con ello se esfuerza por extender su amor convertido en veneno a todos los demás.
Una vez me sentí como José Arcadio, el tatarabuelo, abstraída en un mundo que en un momento creí pequeño. Un mundo cuyas fronteras quise saltar porque necesitaba abarcar más y más. Con una capacidad mayor de la que se me daba pie a desarrollar y que me daba señales de auxilio cuando sentía los síntomas de la abfixia.
Ahora me veo como Aureliano Segundo, que más que genio y ser curioso resultó ser un vago. Un ser simple que sólo vio en el ejercicio intelectual el modo de eludir el físico. Pero sin ese toque de "viva la virgen" que al menos a él le hacía disfrutar de la vida.
Quisiera ser al menos como la roca Úrsula, que mantiene la compostura ante las adversidades y que ella misma se aferra a la tierra, de modo lóngevo además, para que aquellos que andan por las nubes puedan aferrarse a ella.
Aun no he acabado el libro, pero me gusta realizar este egocéntrico ejercicio, sólo me permito ser egocéntrica conmigo misma así que ¿por qué no?. Pero aun no me he encontrado en ningún relato, puede que si escribiese uno yo misma tampoco lo hiciese. Para bien o para mal, puede que no seamos más que personajes secundarios y que ni siquiera en nuestras propias vidas seamos protagonistas.
