sábado, enero 07, 2017

Lo que te roba el alma


Empiezo a pensar que la creencia de que las fotos se llevan nuestro alma tiene parte de verdad.
Hoy me he puesto a "limpiar" mis teléfonos móviles. A seleccionar las fotos que valen, borrar la basura y, comprobar para mi horror que hay fotos que creía haber destruido pero que seguían ahí, en algún lugar de la tarjeta de memoria.
Una de las conclusiones a las que he llegado es que, hoy en día, el baúl de los recuerdos es un disco duro externo.
Otra de mis conclusiones es que las fotos se llevan nuestro alma. Aunque de un modo diferente a como hubiese creído, a juzgar por las supersticiones populares al respecto.
Después de ver fotos y fotos... me he sentido abrumada, confundida, sobrepasada... eran demasiadas escenas las que acudían a mi mente de forma vívida. Con todo lujo de detalles, pese a que las había olvidado.
Me ha invadido tal angustia que he pensado cómo habría sido este momento de no haber tenido más de un año tan documentado. Imagino que hubiese tenido un tiempo presente más despreocupado, menos intenso, tal vez inadvertido, quizás más feliz, aunque con menos recuerdos (y tal vez, precisamente por ello).
Puede que la tecnología interfiera en un proceso natural como es el de la selección de conocimientos y experiencias rememorables, incluso en el proceso de la cura de heridas, o en el de la creación de idealizaciones (¿y si necesitásemos un refugio fantasioso y lo estuviésemos destruyendo?). Por eso ahora mismo me sienta tan vieja, como si hubiese vivido demasiado, aunque antes de revisar las fotos sintiese llevar a mis espaldas una carga más ligera.
Me siento mareada tras haber visto la vida pasar a través de fotografías, capturas de pantalla de conversaciones, algún clip de audio..., por darme cuenta de pronto de que ha habido tanto contenido en lo vivido que no he podido asimilar ni la mitad.
Ser tu propio público emociona.
Por un instante piensas que no puedes con más, que quieres una pausa, tranquilidad. Pero la alternativa es coleccionar la suma de los días, esperando a que la noche se cierna sobre el mundo para sumar una cifra a la mañana siguiente.
Tomas consciencia del presente inadvertido, y de un pasado que podría llegar a ser más inabarcable que ese futuro que ni siquiera logras imaginar.
Es entonces cuando entiendes a los supersticiosos, pero con tus propios matices. Hacer fotos, salir en ellas, no te roba el alma. Lo que te deja realmente vacío es contemplarlas cuando ya has olvidado, o eso creías.


PD: las fotos antiguas eran escasas, fijaban bien esos momentos imborrables en nuestro cerebro. El exceso de fotografías que vivimos hoy en día puede enfrentarnos a un efecto curioso como es el de vernos sobrepasados por nosotros mismos, ante un exceso de documentación que no podemos asimilar. ¿Qué consecuencias puede traer esto, por ejemplo neurológicamente, para el futuro?. Empiezo incluso a sentir empatia por todos aquellos que han sufrido alguna vez amnesia. Debe ser extraño enfrentarte con documentos que llevan un eco evocador de lejanos recuerdos. Lo que pasa es que esto será general. Cada vez seremos más. Siento curiosidad.

martes, septiembre 27, 2016

HAY DÍAS QUE NO

Me cuestiono de nuevo y es un no parar.
¿Habré tomado la decisión correcta? ¿Cuántas veces más la he de cagar?
El otro día oí en un vídeo la voz de Nina Simone, diciendo que la libertad es la completa ausencia de miedo. ¿He sido libre alguna vez?
Hace años leí Anatomía del Miedo y me marcó bastante porque venía a decir eso mismo. Que hay que vivir sin miedo, aunque existan motivos para ello, porque si no, señoras y señores, no vivimos.
Igual es que tengo demasiados miedos.
Ahora mismo, por ejemplo, tengo un miedo atroz a cagarla. Tengo tanto miedo a no dar la talla, a no hacer bien las cosas, que opto por no hacerlas. Pero en realidad no hacer lo que yo entiendo que debo hacer, no es una opción, es fruto de una parálisis de la que adolezco y contra la que lucho. Caigo en ella de forma inconsciente pero se ha convertido ya en algo crónico.
¿Estoy donde debería estar? Me ahogo en la enormidad que me imagino en torno a mi.
Si por un momento dejase de pensar... tal vez podría salir adelante.
Si sólo por un instante pudiese nadar sin pensar en el océano que tengo delante, tal vez podría avanzar, aunque sea un poco, aunque sólo bracee hasta el próximo flotador.
Pero pienso en tantas cosas apabullantes que no puedo centrarme.
Empiezo a decirme cosas horribles a mí misma y, como consecuencia, cada vez me veo más y más pequeña. Más y más inútil. Me culpo y me humillo, me maltrato... no puedo seguir así.
Debería pensar que puedo con todo, aunque no sea verdad. Porque así al menos lo intentaré y finalmente, podré con algo.
Ojalá pudiese actuar sin preguntarme siempre "por qué" o "para qué".
Hay días que se escapan de nuestro tiempo vital porque transcurren tan sólo porque lo afirma el curso del sol, la salida de la luna y la sucesión de las horas, una tras otra, de forma improductiva.
Ojalá pudiese vivir mi vida como ella se merece.


lunes, agosto 22, 2016

Inercia inerte

Existir
Vivir
Estar
Ser

Escribir aquí ya no es lo que era antes. Será la edad, será la cautela que otorga la madurez. Tal vez se trate de una absurda timidez.
Me pregunto si existo, vivo, estoy o soy.
Me pregunto si hacerme tantas preguntas me extrae tanto del mundo que ya no pertenezco enteramente a él.
A veces me siento protagonista y a veces, tan sólo espectadora.
Lo que más me asusta es pensar que a menudo asista a un vacío absurdo.

¿Por qué hacemos las cosas que hacemos? ¿por qué luchamos? ¿por qué trabajamos? ¿por qué reímos o lloramos? ¿hay algo en esta vida absolutamente real y auténtico por lo que merezca la pena todo?

A veces, me echo a un lado y contemplo, el tiempo. Como quien espera el tren o el autobús, absorto en la nada, o con las manecillas del reloj, en la parada... ¿esperando qué? ¿es la existencia el fin de la vida por inercia? ¿es entonces la inercia un tránsito hacia lo inerte?

No me siento capaz de nada y ya no veo motivos para querer y/o deber crear, aprender, destacar, laborar... ya no espero nada, salvo ver el tiempo pasar.

lunes, enero 04, 2016

Tiempo de madurar


Aún no soy adulta o, al menos, aún no me comporto como tal.
Tampoco me preocupó hasta ahora no serlo pero creo que ha llegado el momento de madurar. De saber dónde estoy, de saber cómo soy, de actuar SIEMPRE en consecuencia, sin regodearme en la excentricidad.
Dejar de quejarme por los resultados que alcanzo cuando aspiro a boicotearme, a autocumplir mis peores profecías.
Quiero dejar de negarme la vida. La vida que de verdad quiero. Porque ante mí va a pasar si me esfuerzo por ver que no es para mí.
Cuesta entenderme, pero como siempre digo, yo me entiendo.
En el epicentro de esas dudas, está la autoestima. Ese debe de ser el inicio de los cambios. Eso y la ruptura con todo el universo de creencias que llevo arrastras desde hace un tiempo y que me arrastraba hacia un agujero negro.


lunes, diciembre 21, 2015

Oscar Wilde y Charles Darwin




Para escribir sólo se requieren dos cosas: tener algo que decir y decirlo.

¿Y si un día ya no tuviese más que decir? 
Siento que ya no tengo identidad. Ya no sé quien soy, qué aficiones tengo, qué es lo que me hace llorar ni a qué le tengo realmente miedo. 

Tal vez no deba lamentarme por no poder escribir, o por no saber, porque tal vez, a la que ahora soy, ya no le guste, ni le apetezca, ni tenga nada que decir.

Sin embargo... siento como si las ganas de expresar aflorasen muy adentro, aunque no sé qué es ese algo que aboga por salir y no puede, porque soy incapaz de saber, canalizar, exteriorizar... como si fuese una auténtica muda comunicativa.

¿Acaso me he convertido en una hedonista sin más propósito que el de vivir? ¿No hay ningún gran proyecto? ¿Ningún objetivo? ¿Puedo adaptarme a esto? Me refiero a este vivir así, sin pensar en lo grande, a este yo que sigue filosofías (o lo intenta) sobre el amor a las pequeñas cosas y el conformismo en lo mundano.

¿Y si mi felicidad estuviese en mi triste ser imperfecto?


Por otro lado... qué difíciles son los cambios. Los lutos. El hacerse a la idea de que nunca más verás a alguien. Pero es ley de vida. Tarde o temprano todos nos enfrentamos a ello. Mejor que sea por decisión propia. 
Lo malo es que, los recuerdos son muy vívidos. Evocadores en mis sentidos. Aún puedo sentir, oír, incluso oler. La verdad es que, hacerlo no me produce placer que no venga sin puntada de dolor.

Creo que no hay propósito. No hay destino. No hay un "cuando menos te lo esperes". No hay sustitución alguna. Esa persona fue parte de la que fui hace un tiempo, bastante reciente por cierto. 
Pero yo, como todos, estoy en perpetuo cambio. La yo de ahora debe vivir sin él porque la yo de hace unos meses lo decidió.

Ahora que soy más vieja, sé que no se muere de amor. No te mata, aunque te vuelve más amargada.
Por eso lo hice. Di el golpe de gracia y acabé con todo.

Muchas veces aún me pregunto si me equivoqué, si podía haber aguantado. Si es que no quise ver un cambio de paradigma en las relaciones sociales. Si es que ahora va a ser todo así, en este mundo "moderno". Si lo que pasa es que como inadaptada mi genética se perderá, por no encajar con nadie, por no entender que ahora las cosas son como son.

¡Qué decir! ¿que no me afecta? ¿que soy una mujer madura, independiente e inteligente? Sí, soy todas esas cosas pero no acabo de ver por qué tenemos que escudarnos tanto en estos atributos quienes no hemos cumplido con los cometidos de todo bueno espécimen según Darwin.
Lo cortés no quita lo valiente. 

No dejo de preguntarme, en qué sentido he fracasado como espécimen. Veo a otras mujeres como yo, en mi misma situación y me hago la misma pregunta. Personas sanas, sin aparentes problemas reproductivos, incapaces de tener una relación que pueda dar como fruto progenie alguna.

La sociedad puede necesitarnos en mayor o en menor medida pero, lo cierto es que no nos aclimatamos. No contamos entre los especímenes aptos y que pereceremos con nuestra carga genética. Hay que comprender el medio antes de tratar de adaptarse a él, ver si puedes hacerlo y después plantearse si realmente merece la pena intentar un cambio.

Igual no encajamos y basta. 





jueves, diciembre 17, 2015

La inocencia

Echo de menos aquel candor, aquellos nervios ante lo nuevo, aquella tabla rasa que yo era, donde había lugar para la ilusión.
No me gusta ser una vieja resabida y amargada. No me gusta haber perdido la capacidad de sorpresa.
Ya nada me asombra. Todo lo veo venir. Todo lo acepto con el argumento de que "la vida es así".
Me echo de menos. El cómo era antes. Vulnerable. Frágil por mis ensoñaciones.
Ahora soy una descreída que se encuentra mejor mirando al pasado.
La ignorancia me permitía soñar.
La experiencia me ata a la realidad.

La inocencia, una vez se pierde, ya no vuelve.





miércoles, septiembre 30, 2015

No iremos a Roma

No iremos a Roma, ni a las cuevas prehistóricas, no caminaremos entre estalactitas, estalagmitas, ni entre la hojarasca de otoño de los bosques de Norte. No coronaremos cimas. No nos tumbaremos, juntos, en la arena. No respiraremos a la par, de forma entrecortada, al meternos en las aguas del Cantábrico. No cocinaremos juntos. No tendremos ninguna rutina. No compartiremos nada. Se acabaron nuestros planes o, tal vez no hayan evolucionado a otra cosa y formen parte de todo aquello que queda eternamente pendiente.
No habrá spás, no habrá películas, ni series, ni compondremos canciones. No conoceré a tus amigos y tú, te olvidarás de mi y de los míos. No irás ya a mi pueblo. No te presentaré a mi abuela. No sabrás a qué sabe nuestro pan casero. No habrá un viaje a Moldavia, ni a Ucrania. Iremos a ninguna parte.

La lista de cosas que teníamos por hacer.
"Planes para tres años" - dijiste.

Mencionaste cómo haría un año que nos conocimos. Me imaginé de la mano contigo caminando cara a la ventisca de un duro invierno. Me hablaste de nuestra próxima semana santa. De tantos proyectos conjuntos aunque, faltaba el más importante: el de vida.

He de confesar que es reconfortante dejar de pensar en cómo sorprenderte. ¡Qué batalla perdida!. De desvivirme por darme tanto. Toda entera. Porque ahora ya no formas parte de mi vida. Porque he decidido quererme más a mí de lo que te quería a ti.



Sigo deseando conocer Roma, pero no ya contigo. Sin embargo, algo me dice, que cuando por fin ponga mis pies en ella, por algún segundo, en algún momento, mi mente se irá hacia ti y tuyo será alguno de mis pensamientos.

Salvo eso, ya no queda nada.