Echo de menos aquel candor, aquellos nervios ante lo nuevo, aquella tabla rasa que yo era, donde había lugar para la ilusión.
No me gusta ser una vieja resabida y amargada. No me gusta haber perdido la capacidad de sorpresa.
Ya nada me asombra. Todo lo veo venir. Todo lo acepto con el argumento de que "la vida es así".
Me echo de menos. El cómo era antes. Vulnerable. Frágil por mis ensoñaciones.
Ahora soy una descreída que se encuentra mejor mirando al pasado.
La ignorancia me permitía soñar.
La experiencia me ata a la realidad.
La inocencia, una vez se pierde, ya no vuelve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario