martes, diciembre 20, 2011

En torno a la navidad de los gilipollas y las orillas del Sena


El fin de semana fue extraño. Como a mí me gusta.
Empezó agitado por el viento. Continuó bajo la constante amenaza de la lluvia, que a veces caía y a veces no.
Celebramos la navidad de los gilipollas y la cosa acabó en bacanal.
Me entró una de las habituales paranoias y llegado un punto me eché a llorar.
Demasiado complicado para explicarlo. Demasiado íntimo para exponerlo.
Un día largo para irme de Lyon.
Hoy me han dado malas noticias.
En París bromeábamos con el punto de inflexión pero, ¿y si el punto de inflexión es para peor? ¿y si no es bueno?
Últimamente veo muchos cuervos. Vienen con el frío. Esta mañana había hasta un ligero manto de nieve.
El hombre de Shakespeare&Company se murió dos días antes de poder enseñárselo a alguien a quien considero importante. A pocos metros la policía buscaba el cuerpo de alguien entre las aguas y los lodos del Sena. Entré en Notre Dame para no pensar más en la muerte pero la muerte estaba por todas partes.
Hoy me han dicho algo que ya sabía. Que estoy haciendo el tonto. Que estoy pintando monas, perdiendo el tiempo.
Estoy perdida pero, así estamos tantos...
Amapolas, no sé por qué, porque me gustan, porque cuando las arrancas se mueren, supongo que porque tienen sentido en sí mismas. Uno las admira donde están y mientras están o se despide para siempre de ellas.
Las flores son efímeras pero las amapolas son de las que más.
Estoy cansada. No quiero quejarme más.

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