Llevo días triste, no sé, llorar parece una necesidad. A veces no veo el motivo, a veces parece que no hay un sentido, pero quiero llorar y si puedo, lo hago.
Tal vez se han juntado varias cosas: el cambio de estación, la caída de las hojas y el cielo encapotado, la menstruación, los sábados de clausura a los que no veo perdón, la impotencia y la culpabilidad que siento ante mi trabajo, este estar de paso, vivir con la tentación, pero creo que sobre todo, era mi subconsciente el que me ponía alerta.
Hoy es 5 de octubre, y me muero de ganas por decir "¡Felices 25 y 11!", pero no puedo, no debo. Ya está, no quiero ser pesada. Tengo que olvidar. Hay veces en que echar la vista atrás no sirve de nada. Tal vez su única utilidad sea forjar una coraza de piedra, tal vez hielo, para que nada me toque más de lo debido, para mirar el mundo a través de un rosa desteñido.
"¡Felices 25 y 11!", hoy va a llover en mi cara.
"¡Felices 25 y 11!", hoy es el día en el que recuerdo que debo tener miedo. Hoy es el día en que vuelvo a sacar las tijeras para cortar esas alas que tanto insisten en querer crecer de nuevo. Hoy es el día que trato de enterrar mis pies en el suelo. Hoy es el día en que grabo en piedra las prohibiciones.
Si pudiera usaría un tapaojos, como los caballos, para ir de frente sin mirar a los lados. Sin sentir ni padecer. Estaría bien.
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