No quieres oírlo, pero te lo dices a tí misma: estás acabada.
Es demasiado tarde.
Ya de nada servirá hacer siquiera proyectos.
Nadie robó tu futuro, tú solita te lo negaste.
No sé en qué momento, qué locura te llevo a decirte que sólo querías un charco.
Un charco en el que ahogar tu vida.
Un charco en el que pudrirte con tus lamentos.
Un charco hecho a medida de tu infantil y mundano victimismo.
Y cuando por fin el lodo te llegaba a la altura de la rodilla, te diste cuenta.
¿Ahora qué?, sólo te puedes quedar a ver cómo el resto de tu cuerpo se hunde.
Seguro que desearías no haberte dado cuenta.
Ya no puedes hacer nada.
Sé consciente de que es tu culpa.
Sé consciente de lo que has hecho.
Si lloras, crecerá el charco.
Pero de todos modos, ya estás en él, y no puedes salir.
Ahógate pronto o déjate ahogar,
de todos modos, algún día lo harás.
Me doy pena, me doy asco. Parecía que lo tenía todo y me empeñé en ser un fraude.
Tal vez tenga el poder de convertir en realidad cuanto pienso. Nunca pensé bien de mí misma.
Ahora, ya no puedo hacer nada. Lo que tenía lo perdí, las oportunidades que me brindaron, las eché a perder. ¡A vivir con la culpa me toca! y no sé qué vida es esa. Si cabe la enmieda, si cabe el perdón... si seguiré hundiéndome hasta asfixiarme en mi propio desquicio. Porque ahora, aunque sienta el barro en mis piernas, ya me ata la garganta.
¿Cómo pude? ¿en qué momento?
Supongo que el mundo tendrá sus resquicios de justicia, porque yo tengo lo que me merezco.
Un futuro negro.
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