Aún no soy adulta o, al menos, aún no me comporto como tal.
Tampoco me preocupó hasta ahora no serlo pero creo que ha llegado el momento de madurar. De saber dónde estoy, de saber cómo soy, de actuar SIEMPRE en consecuencia, sin regodearme en la excentricidad.
Dejar de quejarme por los resultados que alcanzo cuando aspiro a boicotearme, a autocumplir mis peores profecías.
Quiero dejar de negarme la vida. La vida que de verdad quiero. Porque ante mí va a pasar si me esfuerzo por ver que no es para mí.
Cuesta entenderme, pero como siempre digo, yo me entiendo.
En el epicentro de esas dudas, está la autoestima. Ese debe de ser el inicio de los cambios. Eso y la ruptura con todo el universo de creencias que llevo arrastras desde hace un tiempo y que me arrastraba hacia un agujero negro.