viernes, septiembre 19, 2014

Penélope o La Loca del Muelle de San Blas


Me siento como una Penélope sin madeja. Una Penélope a la que se le ha agotado el tiempo para la espera. Sin excusas para evitar seguir viviendo sin expectativas de asistir a un retorno.
Fui una Penélope tenaz en mi pensamiento. Necia y cabezota como la de la mitología, pero con menos éxito.
Aguardé el regreso. Me armé de paciencia, cubierta de esperanza, cegada por la fantasía y las ganas.
Al contrario de la de Itaca, fui una Penélope viajera. No podía esperar el regreso de mi Ulises y harta de esperar, un buen día, me hice al mundo y anduve la mitad del mismo para llegar ahí donde se encontraba.
Sólo unos metros llegaron a separarnos, ahí, en la otra punta del planeta. Él pudo hacer un mínimo esfuerzo, pero no lo hizo. Ulises demoraba el encuentro, o tal vez lo rechazaba.
Y mientras otra Penélope, la heroína de Cold Mountain, susurraba ese "come back to me", yo repetía mentalmente aquellas palabras esperando que fuesen mágicas. Y regresó, pero no a mi.
Ahora, con perspectiva, sé que la distancia no fue culpable, el tiempo tampoco. Nos separó la voluntad, sobre todo la suya.
Cuando se fue (de mi), lo hizo para no volver y nunca dijo ni prometió que lo haría.
Mi Ulises tuvo que volver y estar por fin cerca, para que yo me diese cuenta de que ni él era Ulises, ni yo Penélope.
La figura que se me antoja ahora, con esta perspectiva que me da el conocimiento, no es la de Penélope, sino la de la Loca del Muelle de San Blas que cantaba Maná.
Fui ridícula, fui una idiota, me permití vivir oteando el horizonte, buscando su figura reconocible, ignorando cuanto me rodeaba y las otras nuevas que la marea traía.

Ha vuelto pero le siento más lejos.
Estamos a una hora de avión y ya no a catorce.
En verdad, estamos a una distancia infinita, a un deseo inexistente, a una evidencia dolorosa, a una apetencia suprimida, estamos a un imposible de vernos.
Se acabó la función. El drama, la Odisea ¿quiero ser la loca del muelle?

Nunca pensé que la esperanza se resistiese tanto a morir. ¿De qué se alimenta?
Debería dejar a Penélope dar media vuelta, dando la espalda a la costa, o atarla cual Andrómeda a las rocas y ahogarla. Cualquier cosa con tal de salir de ese limbo de arena húmeda a orillas de todo, en medio de nada.

Camino estoy de agradecer un día a Ulises, haberme dado la oportunidad de elaborar y narrar mi historia, inspirarme tantas cosas... que de ser una fracasada Penélope, haya pasado a ser un exitoso Homero.

Yo ya he llegado.





sábado, abril 05, 2014

Pasillo oscuro. Antesala a nada.

Cae la noche.
Y yo sigo sujetando esa vela cuya cera se escurre y se estrella en el suelo.
Me atemorizo con las sombras que mi propio movimiento produce.
Siento mi aliento más frío que el aire oscuro que me envuelve.
Estoy sola. 
No me gusta donde estoy pero no me atrevo a avanzar tampoco.
Atrapada.
Mis ojos brillan y piden a esa vela que no se apague. Que no acabe la mecha.
Sé que no estará ahí siempre.
La prisa acelerada golpea en mi pecho. 
Muévete.
Se agota.
El tiempo.


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Sé que no cuento nada, pero no se trata de eso. No importan las circunstancias. Estos son los sentimientos.

No puedo poner ejemplos para no sonar en el absurdo. Pero si, aunque mis males son menores que los de otros. Hoy me agito.

Buenas noches.