Empezar de cero es más fácil que tratar de reinventarse llevando la miseria a cuestas.
Simplemente, te deja agotado para intentar nada. ¡Su carga es tan pesada!
Me hallo en medio de un montón de escombros, bajo el techo de una casa vieja, lleno de goteras que amenaza con desplomarse sepultándome bajo sus restos. Pero no me muevo y me preguntó por qué.
No aspiro a encontrar tesoros entre las piedras derruidas, ni siquiera las muevo, ni oteo, buscando quién sabe qué.
Permanezco en estado de shock. Sin querer quedarme pero sin moverme. Es una sensación horrorosa.
Como cuando duermes y los sueños le piden a tu cuerpo que se mueva pero él aún no se ha despertado.
De todos modos despertar siempre es frustrante.
La cuestión es tanto qué hacer como por qué no hago algo.
Una pena cuya causa desconozco tiene amordazada mi conciencia pero sus estragos me acechan sibilinamente esperando la ocasión en que baje la guardia.
Cuando no sabes por qué haces las cosas que haces, cuando no sabes por qué no haces las cosas que no haces, es realmente difícil tomar decisiones, y es por miedo a las veletas, a los naufragios de los buques a la deriva, por lo que mantengo mi nave atracada en un puerto al que sé que llegará la tormenta.
Empezar de cero debe de ser más fácil. Afrontar el peligro, dejarlo todo y enfrentarme al mundo con mis manos desnudas, con mi mente ingenua, con mis bolsillos vacíos.
No puedo pretender salir ilesa de la jauría de la vida pero si sobrevivo, empezar de cero parece más fácil que tratar de reinventarse llevando la miseria a cuestas.
Simplemente, te deja agotado para intentar nada. ¡Su carga es tan pesada!
Me hallo en medio de un montón de escombros, bajo el techo de una casa vieja, lleno de goteras que amenaza con desplomarse sepultándome bajo sus restos. Pero no me muevo y me preguntó por qué.
No aspiro a encontrar tesoros entre las piedras derruidas, ni siquiera las muevo, ni oteo, buscando quién sabe qué.
Permanezco en estado de shock. Sin querer quedarme pero sin moverme. Es una sensación horrorosa.
Como cuando duermes y los sueños le piden a tu cuerpo que se mueva pero él aún no se ha despertado.
De todos modos despertar siempre es frustrante.
La cuestión es tanto qué hacer como por qué no hago algo.
Una pena cuya causa desconozco tiene amordazada mi conciencia pero sus estragos me acechan sibilinamente esperando la ocasión en que baje la guardia.
Cuando no sabes por qué haces las cosas que haces, cuando no sabes por qué no haces las cosas que no haces, es realmente difícil tomar decisiones, y es por miedo a las veletas, a los naufragios de los buques a la deriva, por lo que mantengo mi nave atracada en un puerto al que sé que llegará la tormenta.
Empezar de cero debe de ser más fácil. Afrontar el peligro, dejarlo todo y enfrentarme al mundo con mis manos desnudas, con mi mente ingenua, con mis bolsillos vacíos.
No puedo pretender salir ilesa de la jauría de la vida pero si sobrevivo, empezar de cero parece más fácil que tratar de reinventarse llevando la miseria a cuestas.